Queridas Hermanas,
vuelvo a estar presente para una importante comunicación respecto a nuestros próximos pasos, para permanecer siempre dóciles a las directivas del Magisterio de la Iglesia y a las indicaciones del Papa Francisco, nuestro guía y Pastor en el camino de la Congregación.
Desde hace algunos años venimos escuchando sobre el escándalo de la pedofilia y de los abusos sexuales, problema que lamentablemente también se presenta dentro de nuestra Iglesia Católica. Se habla principalmente a los varones, pero ya son numerosos los casos que han surgido también por parte de las mujeres, dentro de los Institutos y Congregaciones Religiosas. Muchas veces cuando hablamos de los abusos sexuales también estamos ante abusos de conciencia y de poder, que se expresan en privilegios, prepotencia, dominio sobre las personas, control y manipulación de las conciencias, privación de la libertad, distorsión de la realidad… Son temas “espinosos”, difíciles, pero que hay que afrontar con determinación. Durante demasiados años la Iglesia, sin duda con la convicción de hacer el mejor bien, ha preferido proteger a sus miembros, para no exponerlos a posteriores escándalos, sin embargo, en detrimento de quienes en cambio sufrían injusticias, abusos, hostigamientos; trató de ocultar, minimizar y silenciar en lugar de abordar el problema.
Pero para hacer frente a estos flagelos y tratar de solucionar estos problemas, se necesitan acciones globales y radicales, sobre todo para cambiar la mentalidad del “intocable por encima de toda sospecha”.
Por ello, el Papa Benedicto XVI en el 2007 había pedido que se actualizara el LIBRO VI del Código de Derecho Canónico, el que regula la “Legislación penal en la Iglesia”, especialmente en lo que se refiere a la protección de los menores y la transparencia en la gestión de los bienes eclesiásticos.
Hoy, gracias a Dios, se han dado pasos importantes, se ha entendido cuán importante es prevenir, socorrer, hacer justicia, proteger a los más frágiles y vulnerables, poner normas adecuadas también para sancionar a los culpables y reparar el daño moral, psicológico y material de quien ha sido víctima de tales abusos.
Ante esta realidad tan dolorosa y muchas veces sumergida, el Papa Francisco ha decidido hacer lo correcto. Con tan iluminada determinación ha emprendido un nuevo camino y pide a toda la Iglesia más transparencia en el confronto del problema, más coraje en la condena y la denuncia, más compasión en la escucha de las víctimas, más justicia en la reparación del daño, más profecía en nuestros entornos en la prevención de determinados delitos y en el cuidado de las heridas causadas por el abuso de poder y de conciencia.
En estos años, el Papa Francisco ha emitido algunos documentos en forma de MOTU PROPRIO relacionados con este tema:
Incluso nuestros Institutos Religiosos han sido llamados a promover más profundamente la cultura de la responsabilidad, de la rendición de cuentas y de la transparencia en oposición a una cultura del silencio y del secreto. Somos llamadas a colaborar con la Iglesia y las autoridades civiles para ayudar a las víctimas de todas las formas de abuso a sanar las heridas del pasado a través de un proceso de acompañamiento y de búsqueda de justicia y a invertir en la prevención del abuso a través de una formación colaborativa y programas educativos. La tarea de nosotras consagradas, es aquella de asumir juntas la responsabilidad, de abrir los ojos, de no apartar la mirada, sobre una realidad que es principalmente fruto de una cultura enferma.
Por ello, se ha invitado a todas las Congregaciones Religiosas a elaborar “Directrices para la protección de menores y personas vulnerables” en sus entornos (escuelas, casa de acogida para menores, centros sociales, residencias de adultos mayores e incluso en nuestras propias comunidades, en las casas de formación, etc.); un documento que guíe el trabajo de las Superiores (pero no solo), en el caso que se encuentre ante una situación de crisis. Será una especie de Vademécum, un Reglamento, en el que se expresarán los principios básicos a los que se añadirán los protocolos aplicativos.
Algunas Congregaciones religiosas ya están en un buen momento de este camino, ya tienen sus Directrices y protocolos aplicativos; otros han estado trabajando durante algunos años; otros todavía – como nosotras– están dando sus primeros pasos en este nuevo camino. Las Uniones de los Superiores Mayores femeninos y masculinos de varios países ofrecen asistencia a quienes se embarcan en este camino, preparan encuentros de formación (presenciales o en línea), brindan la oportunidad de participar en momentos de estudio y reflexión relacionados con el tema de los abusos, dan informaciones útiles y sugerencias sobre cómo moverse.
Para nosotras, creo que sea importante trabajar en dos frentes:
En el encuentro con los Superioras Provinciales y la Delegada hemos abordado el tema y estamos tomando acciones para crear una comisión de trabajo y preparar material para la sensibilización de todas nosotras religiosas y también de los laicos que trabajan con nosotros.
En tiempo oportuno se le darán más detalles e informaciones. Por ahora permanezcamos unidas en la oración por el Papa Francisco, por las víctimas de abusos de todos los tiempos y de todos los lugares y pidamos al Señor que nos ayude a no caer en estas debilidades y pecados. Desgraciadamente nadie puede decir “estos problemas no existen en mi Congregación”. Vigilemos sobre nosotras mismas, sigamos las enseñanzas de Jesús y en la vida fraterna “vivamos la caridad a través de la estima, la confianza, la comprensión, la amistad y la ayuda recíproca” (Dir. Gen 41); todo esto nos ayudará a ser verdaderas testigos y evangelizadoras también en nuestras obras y misiones.
Un abrazo fraternal,
Madre Lina Maria Girotto – Superiora General